lunes, 29 de octubre de 2018

POESÍA: LA VIDA Y LA MUERTE


TEMA:LA VIDA                          CUANDO YO VINE A ESTE MUNDO

Nicolás Guillén, 1947

Cuando yo vine a este mundo,

nadie me estaba esperando;

así mi dolor profundo

se me alivia caminando,

pues cuando vine a este mundo,

te digo,

nadie me estaba esperando.


Miro a los hombres nacer,

miro a los hombres pasar;

hay que andar,

hay que mirar para ver,

hay que andar.


Otros lloran, yo me río,

porque la risa es salud:

Lanza de mi poderío,

coraza de mi virtud.

Otros lloran, yo me río,

porque la risa es salud.


Camino sobre mis pies,

sin muletas ni bastón,

y mi voz entera es

la voz entera del son.

Camino sobre mis pies,

sin muletas ni bastón.


Con el alma en carne viva,

abajo, sueño y trabajo;

ya estará el de abajo arriba

cuando el de arriba esté abajo.

Con el alma en carne viva,

abajo, sueño y trabajo.


Hay gentes que no me quieren,

porque muy humilde soy;

ya verán cómo se mueren

y que hasta a su entierro voy,

con eso y que no me quieren

porque muy humilde soy.


Miro a los hombres nacer,

miro a los hombres pasar;

hay que andar,

hay que vivir para ver,

hay que andar.


Cuando yo vine a este mundo,

te digo,

nadie me estaba esperando;

así mi dolor profundo,

te digo,

se me alivia caminando,

te digo,

pues cuando vine a este mundo,

te digo,

¡nadie me estaba esperando!

EN  PAZ

Amado Nervo

 Artifex vitae, artifex sui


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

 porque nunca me diste ni esperanza fallida,

 ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

 porque veo al final de mi rudo camino

 que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

 que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

 fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

 cuando planté rosales coseché siempre rosas.


 Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

 ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!


 Hallé sin duda largas las noches de mis penas;

 mas no me prometiste tan sólo noches buenas;

 y en cambio tuve algunas santamente serenas...


 Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

 ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!



ODA A LA VIDA
Pablo Neruda
La noche entera
con un hacha
me ha golpeado el dolor,
pero el sueño
pasó lavando como un agua oscura
piedras ensangrentadas.
Hoy de nuevo estoy vivo.
De nuevo
te levanto,
vida,
sobre mis hombros.

Oh vida, copa clara,
de pronto
te llenas
de agua sucia,
de vino muerto,
de agonía, de pérdidas,
de sobrecogedoras telarañas,
y muchos creen
que ese color de infierno
guardarás para siempre.

No es cierto.

Pasa una noche lenta,
pasa un solo minuto
y todo cambia.
Se llena
de transparencia
la copa de la vida.
El trabajo espacioso
nos espera.
De un solo golpe nacen las palomas.
Se establece la luz sobre la tierra.

Vida, los pobres
poetas
te creyeron amarga,
no salieron contigo
de la cama
con el viento del mundo.

Recibieron los golpes
sin buscarte,
se barrenaron
un agujero negro
y fueron sumergiéndose
en el luto
de un pozo solitario.

No es verdad, vida,
eres
bella
como la que yo amo
y entre los senos tienes
olor a menta.

Vida,
eres
una máquina plena,
felicidad, sonido
de tormenta, ternura
de aceite delicado.

Vida,
eres como una viña:
atesoras la luz y la repartes
transformada en racimo.

el que de ti reniega
que espere
un minuto, una noche,
un año corto o largo,
que salga
de su soledad mentirosa,
que indague y luche, junte
sus manos a otras manos,
que no adopte ni halague
a la desdicha,
que la rechace dándole
forma de muro,
como a la piedra los picapedreros,
que corte la desdicha
y se haga con ella
pantalones.
La vida nos espera
a todos
los que amamos
el salvaje
olor a mar y menta
que tiene entre los senos.

TEMA: LA MUERTE                   PARA ENTONCES

Manuel Gutiérrez Nájera

Quiero morir cuando decline el día,

en alta mar y con la cara al cielo,

donde parezca sueño la agonía,

y el alma, un ave que remonta el vuelo.


No escuchar los últimos instantes,

ya con el cielo y con el mar a solas,

más voces ni plegarias sollozantes

que el majestuoso tumbo de las olas.


Morir cuando la luz, triste, retira

sus áureas redes de la onda verde,

y ser como ese sol que lento expira:

algo muy luminoso que se pierde.


Morir, y joven: antes que destruya

el tiempo aleve la gentil corona;

cuando la vida dice aún: soy tuya,

aunque sepamos bien que nos traiciona.


CUANDO HAYA MUERTO, LLÓRAME TAN SÓLO

 William Shakespeare

Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.

Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.

Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
y que tu amor conmigo se marchite,

para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente.


VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS

César Pavese

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

-esta muerte que nos acompaña

de la mañana a la noche, insomne,

sorda, como un viejo remordimiento

o un vicio absurdo-. Tus ojos

serán una vana palabra,

un grito acallado, un silencio.

Así los ves cada mañana

cuando sola sobre ti misma te inclinas

en el espejo. Oh querida esperanza,

también ese día sabremos nosotros

que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

Será como abandonar un vicio,

como contemplar en el espejo

el resurgir de un rostro muerto,

como escuchar unos labios cerrados.

Mudos, descenderemos en el remolino.




LA CAIDA DE LAS HOJAS

Fernando Celada


Cayó como una rosa en mar revuelto...

Y desde entonces a llevar no he vuelto

a su sepulcro lágrimas ni amores.

es que el ingrato corazón olvida,

cuando está en los deleites de la vida,

que los sepulcros necesitan flores.


Murió aquella mujer con la dulzura

de un lirio deshojándose en la albura

del manto de una virgen solitaria;

Su pasión fue más honda que el misterio

vivió como una nota de salterio,

murió como una enferma pasionaria.


Espera, -me decía suplicante-

todavía el desengaño está distante...

no me dejes recuerdos ni congojas;

Aún podemos amar con mucho fuego;

no te apartes de mí, yo te lo ruego;

espera la caída de las hojas...


Espera la llegada de las brumas,

cuando caigan las hojas y las plumas

en los arroyos de aguas entumidas.

Cuando no haya en el bosque enredaderas

y noviembre deshoje las postreras

rosas fragantes al amor nacidas.


Hoy no te vayas, alejarte fuera

no acabar de vivir la primavera

de nuestro amor, que se consume y arde;

Todavía no hay caléndulas marchitas

y para que me llores necesitas

esperar la llegada de la tarde.


Entonces, desplomado en tu cabeza

en mi pecho, que es nido de tristeza,

me dirás lo que en sueños me decías,

pondrás tus labios en mi rostro enjuto

y andarás con un listón de luto

mis manos cadavéricas y frías.


¡ No te vayas por Dios...! Hay muchos nidos

y rompen los claveles encendidos

con un beso sus vírgenes  corolas;

todavía tiene el alma arrobamientos

y se pueden juntar dos pensamientos

como se pueden confundir dos olas.


Deja que nuestras al mas soñadoras,

con el recuerdo de perdidas horas,

cierren y entibien sus alitas pálidas,

y que se rompa nuestro amor en besos,

cual se rompe en los árboles espesos,

en abril, un torrente de crisálidas.


¿ No ves como el amor late y  anida

en todas las arterias de la vida

que se me escapa ya?... Te quiero tanto,

que esta pasión que mi tristeza cubre,

me llevará como una flor de octubre

a dormir para siempre al camposanto.


Me da pena morir siendo tan joven,

porque me causa celo que me roben

este cariño que la muerte trunca.

y me presagia el corazón enfermo

que si en la noche del sepulcro duermo,

no he de volver a  contemplarte nunca.


¡ Nunca...! ¡Jamás...! En mi postrer regazo

no escucharé ya del eco tu paso,

ni el eco de tu voz... ¡Secreto eterno.!

Si dura mi pasión tras de la muerte

y ya no puedo cariñosa verte,

me voy a condenar en un infierno.


¡ Ay, tanto amor para tan breve instante!

¿Por qué la vida, cuanto más amante

es más fugaz? ¿Por qué nos brinda flores,

flores que se marchitan sin tardanza,

al reflejo del sol de la esperanza

que nunca deja de verter fulgores?


¡ No te alejes de mí, que estoy enferma!

Espérame un instante... cuando duerma,

cuando ya no contemples mis congojas...

¡ Perdona si con lágrimas te aflijo!...

- Y cerrando sus párpados, me dijoo:

¡ Espera la caída de las hojas.!


¡ Ha mucho tiempo el corazón cobarde

la olvidó para siempre! Ya no arde

aquel amor de los lejanos días...

Pero ¡ Ay.! A veces al soñarla siento

que estremecen mi ser calenturiento

Sus manos cadavéricas y frías...!


ANTE UN CADÁVER

Manuel Acuña


¡Y bien! Aquí estás ya..., sobre la plancha

donde el gran horizonte de la ciencia

la extensión de sus límites ensancha.


Aquí, donde la rígida experiencia

viene a dictar las leyes superiores

a que está sometida la existencia.


Aquí, donde derrama sus fulgores

ese astro a cuya luz desaparece

la distinción de esclavos y señores.


Aquí, donde la fábula enmudece

y la voz de los hechos se levanta

y la superstición se desvanece.


Aquí, donde la ciencia se adelanta

a leer la solución de ese problema

que solo al anunciarse nos espanta.


Ella, que tiene la razón por lema,

y que en tus labios escuchar ansía

la augusta voz de la verdad suprema.


Aquí está ya... tras de la lucha impía

en que romper al cabo conseguiste

la cárcel que al dolor te retenía.


La luz de tus pupilas ya no existe,

tu máquina vital descansa inerte

y a cumplir con su objeto se resiste.


¡Miseria y nada más!, dirán al verte

los que creen que el imperio de la vida

acaba donde empieza el de la muerte.


Y suponiendo tu misión cumplida

se acercarán a ti, y en su mirada

te mandarán la eterna despedida.


¡Pero no!..., tu misión no está acabada,

que ni es la nada el punto en que nacemos,

ni el punto en que morimos es la nada.


Círculo es la existencia, y mal hacemos

cuando al querer medirla le asignamos

la cuna y el sepulcro por extremos.


La madre es solo el molde en que tomamos

nuestra forma, la forma pasajera

con que la ingrata vida atravesamos.


Pero ni es esa forma la primera

que nuestro ser reviste, ni tampoco

será su última forma cuando muera.


Tú sin aliento ya, dentro de poco

volverás a la tierra y a su seno

que es de la vida universal el foco.


Y allí, a la vida, en apariencia ajeno,

el poder de la lluvia y del verano

fecundará de gérmenes tu cieno.


Y al ascender de la raíz al grano,

irás del vergel a ser testigo

en el laboratorio soberano.


Tal vez para volver cambiado en trigo

al triste hogar, donde la triste esposa,

sin encontrar un pan sueña contigo.


En tanto que las grietas de tu fosa

verán alzarse de su fondo abierto

la larva convertida en mariposa,


que en los ensayos de su vuelo incierto

irá al lecho infeliz de tus amores

a llevarle tus ósculos de muerto.


Y en medio de esos cambios interiores

tu cráneo, lleno de una nueva vida,

en vez de pensamientos dará flores,


en cuyo cáliz brillará escondida

la lágrima tal vez con que tu amada

acompañó el adiós de tu partida.


La tumba es el final de la jornada,

porque en la tumba es donde queda muerta

la llama en nuestro espíritu encerrada.


Pero en esa mansión a cuya puerta

se extingue nuestro aliento, hay otro aliento

que de nuevo a la vida nos despierta.


Allí acaban la fuerza y el talento,

allí acaban los goces y los males

allí acaban la fe y el sentimiento.


Allí acaban los lazos terrenales,

y mezclados el sabio y el idiota

se hunden en la región de los iguales.


Pero allí donde el ánimo se agota

y perece la máquina, allí mismo

el ser que muere es otro ser que brota.


El poderoso y fecundante abismo

del antiguo organismo se apodera

y forma y hace de él otro organismo.


Abandona a la historia justiciera

un nombre sin cuidarse, indiferente,

de que ese nombre se eternice o muera.


Él recoge la masa únicamente,

y cambiando las formas y el objeto

se encarga de que viva eternamente.


La tumba sólo guarda un esqueleto

mas la vida en su bóveda mortuoria

prosigue alimentándose en secreto.


Que al fin de esta existencia transitoria

a la que tanto nuestro afán se adhiere,

la materia, inmortal como la gloria,

cambia de formas; pero nunca muere.




MUERTE NO SEAS ORGULLOSA

 John Donne


Muerte, no seas orgullosa, aunque algunos te llamen

poderosa y terrible, porque no lo eres,

pues aquellos que crees haber aniquilado

no mueren, ¡pobre muerte!, ni a mí puedes matarme.


Del descanso y del sueño, que son sólo tu imagen,

viene placer, y luego de ti más vendrá aún:

los mejores se marchan cuanto antes contigo,

descanso de sus huesos, libertad de sus almas.


Del hado eres esclava, del Azar, reyes y locos,

y habitas en veneno, guerra y enfermedad;

opio y hechizos pueden igual adormecernos,

y aún mejor que tu golpe. ¿Por qué entonces tu orgullo?


Después de un breve sueño despertamos eternos,

Y ya no habrá más muerte: muerte, tú morirás.