domingo, 6 de junio de 2021

Autobiografía



 Vivir es una extraña suerte. Poder contarlo, lo han hecho muchos. Hacerlo con inteligencia es toda una excepción.
Mira por donde, de Fernando Savater.

Confieso que he vivido

Pablo Neruda

Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que mi único personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera. En esta frontera, o Far West de mi patria, nací a la vida, a la tierra, a la poesía y a la lluvia.

Por mucho que he caminado me parece que se ha perdido ese arte de llover que se ejercía como un poder terrible y sutil en mi Araucanía natal. Llovía meses enteros, años enteros. La lluvia caía en hilos como largas agujas de vidrio que se rompían en los techos, o llegaban en olas transparentes contra las ventanas, y cada casa era una nave que difícilmente llegaba a puerto en aquel océano de invierno.

Esta lluvia fría del sur de América no tiene las rachas impulsivas de la lluvia caliente que cae como un látigo y pasa dejando el cielo azul. Por el contrario, a lluvia austral tiene paciencia y continúa, sin término, cayendo desde el cielo gris.

Frente a mi casa, la calle se convirtió en un inmenso mar de lodo. A través de la lluvia veo por la ventana que una carreta se ha empantanado en medio de la calle. Un campesino, con manta de castilla negra, hostiga a los bueyes que no pueden más entre la lluvia y el barro.

Por las veredas, pisando en una piedra y en otra, contra frío y lluvia, andábamos hacia el colegio. Los paraguas se los llevaba el viento. Los impermeables eran caros, los guantes no me gustaban, los zapatos se empapaban. Siempre recordaré los calcetines mojados junto al brasero y muchos zapatos echando vapor, como pequeñas locomotoras. Luego venían las inundaciones, que se llevaban las poblaciones donde vivía la gente más pobre, junto al río. También la tierra se sacudía, temblorosa. Otras veces, en la cordillera asomaba un penacho de luz terrible: el volcán Llaima despertaba.

Temuco es una ciudad pionera, de esas ciudades sin pasado, pero con ferreterías. Como los indios no saben leer, las ferreterías ostentan sus notables emblemas en las calles: un inmenso serrucho, una olla gigantesca, un candado ciclópeo, una cuchara antártica. Más allá, las zapaterías, una bota colosal.

Si Temuco era la avanzada de la vida chilena en los territorios del sur de Chile, esto significaba una larga historia de sangre.

Mis padres llegaron de Parral, donde yo nací. Allí, en el centro de Chile, crecen las viñas y abunda el vino. Sin que yo lo recuerde, sin saber que la miré con mis ojos, murió mi madre doña Rosa Basoalto. Yo nací el 12 de julio de 1904, y un mes después, en agosto, agotada por la tuberculosis, mi madre ya no existía.

La vida era dura para los pequeños agricultores del centro del país. Mi abuelo, don José Ángel Reyes, tenía poca tierra y muchos hijos. Los nombres de mis tíos me parecieron nombres de príncipes de reinos lejanos. Se llamaban Amós, Oseas, Joel, Abadías. Mi padre se llamaba simplemente José del Carmen. Salió muy joven de las tierras paternas y trabajó de obrero en los diques del puerto de Talcahuano, terminando como ferroviario en Temuco…http://www.librosmaravillosos.com/confiesoquehevivido/pdf/Confieso%20que%20he%20vivido%20-%20Pablo%20Neruda.pdf


AUTOBIOGRAFÍA


José Saramago


Nací en una familia de campesinos sin tierras, en Azinhaga, una pequeña población situada en la provincia de Ribatejo, en el margen derecho del río Almonda, a unos cien kilómetros al nordeste de Lisboa. Mis padres se llamaban José de Sousa y Maria da Piedade. José de Sousa habría sido mi nombre si el funcionario del Registro Civil, por iniciativa propia, no lo hubiese añadido el apodo por el que mi padre era conocido en la aldea: Saramago. (Cabe esclarecer que Saramago es una planta herbácea espontánea, cuyas hojas, en aquellos tiempos, en épocas de carencia servían como alimento en la cocina de los pobres). Fue a los siete años, cuando tuve que presentar en la escuela primaria un documento de identificación, que se vino a saber que mi nombre completo era José de Sousa Saramago… Pero no fue éste el único problema de identidad que me fue concecido al nacer. Aunque había venido al mundo el día 16 de Noviembre de 1922, mis documentos oficiales dicen que nacía dos días después, el 18: fue gracias a este pequeño fraude que la familia pudo escapar del pago de una multa por no declarar el nacimiento en el plazo legal...

Fui buen alumno en la escuela primaria: en la segunda clase ya escribía sin errores de ortografía, y la tercera y cuarta clases fueron dadas en un sólo año. Me trasladé después al instituto, donde permanecí dos años, con excelentes notas en primero, bastante menos buenas en segundo, mas estimado por colegas y profesores, al punto de ser elegido (tenía entonces 12 años…) tesorero de la asociación académica… Entretanto, mis padres habían llegado a la conclusión de que, por falta de medios, no podían seguir manteniéndome en el instituto. La única alternativa que se presentaba sería entrar en una escuela de enseñanza profesional, y así fue: durante cinco años aprendí el oficio de cerrajero mecánico. Lo más sorprendente era que el plan de estudios de la escuela, en aquel tiempo, aunque orientado obviamente para formar profesionales técnicos, incluía, además de Francés, una disciplina de Literatura. Como no tenía libros en casa (libros míos, comprados por mí, aunque con dinero prestado de un amigo, sí los pude tener a los 19 años), fueron los libros escolares de Portugués, por su carácter “antológico”, que me abrieron muchas puertas para fruición literaria: aún hoy puedo recitar poemas aprendidos en aquella época distante. Terminado el curso, trabajé durante cerca de dos años como cerrajero mecánico en una oficina de reparación de automóviles. También a esas alturas había comenzado a frecuentar, en los periodos nocturnos de funcionamiento, una biblioteca pública en Lisboa. Y fue así, sin ayudas ni consejos, apenas guiado por la curiosidad y por la voluntad de aprender, que el gusto por la lectura se desenvolvió y pulió…                                                                                                                          https://acasajosesaramago.com/autobiografia/  

Diversos tonos para narrar                     
Ejemplo 1:
Mi nombre completo es Fernando Fernández-Savater Martín. A mi padre (Fernando Fernández Savater) todo el mundo le conocía por Savater y por eso unificó sus dos apellidos…soy fruto del más denodado mestizaje hispánico: padre granadino, madre madrileña, abuela materna nacida en Buenos Aires, tatarabuelos catalanes y nací en el País Vasco. Si fuese un perro sería uno de esos «mil leches» callejeros que tienen aire tan despierto…
Ejemplo 2:
Mi papá, en cuanto supo mi decisión de ser escritor, me mandó desheredar de inmediato  y aún no deja de pelearse con la vida. Mi mamá, por su parte, se apuró a puntualizar que no tenía la culpa, y que estaba dispuesta a probar que en su familia había habido siempre pura gente decente. Su enfado fue tan definitivo que, hasta la fecha, todas las cartas que me envían vienen en blanco, para manifestarme el repudio por las letras.
Así, con el tiempo, uno se convierte en…
Ejemplo 3:
…mi papá a sus cincuenta y tantos, sigue siendo Pepito pues su papá siempre fue Don Pepe, cosa rara, cuando a mi papá se le ocurre tener hijos y llamarlos José, ahora la gente que conoció a mi abuelo hace la escalera de Don Pepe, Pepito, Pepín y Pepe chico.

Afortunadamente mi papá no me coronó con su nombre…