Vivir es una
extraña suerte. Poder contarlo, lo han hecho muchos. Hacerlo con inteligencia
es toda una excepción.
Mira por donde, de Fernando Savater.
Mira por donde, de Fernando Savater.
Confieso que he vivido
Pablo
Neruda
Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que mi único
personaje inolvidable fue la lluvia. La gran lluvia austral que cae como una
catarata del Polo, desde los cielos del Cabo de Hornos hasta la frontera. En
esta frontera, o Far West de mi patria, nací a la vida, a la tierra, a la
poesía y a la lluvia.
Por mucho que he caminado me parece que se ha perdido ese arte de llover
que se ejercía como un poder terrible y sutil en mi Araucanía natal. Llovía
meses enteros, años enteros. La lluvia caía en hilos como largas agujas de
vidrio que se rompían en los techos, o llegaban en olas transparentes contra
las ventanas, y cada casa era una nave que difícilmente llegaba a puerto en
aquel océano de invierno.
Esta lluvia fría del sur de América no tiene las rachas impulsivas de la
lluvia caliente que cae como un látigo y pasa dejando el cielo azul. Por el
contrario, a lluvia austral tiene paciencia y continúa, sin término, cayendo
desde el cielo gris.
Frente a mi casa, la calle se convirtió en un inmenso mar de lodo. A
través de la lluvia veo por la ventana que una carreta se ha empantanado en
medio de la calle. Un campesino, con manta de castilla negra, hostiga a los
bueyes que no pueden más entre la lluvia y el barro.
Por las veredas, pisando en una piedra y en otra, contra frío y lluvia, andábamos
hacia el colegio. Los paraguas se los llevaba el viento. Los impermeables eran
caros, los guantes no me gustaban, los zapatos se empapaban. Siempre recordaré
los calcetines mojados junto al brasero y muchos zapatos echando vapor, como
pequeñas locomotoras. Luego venían las inundaciones, que se llevaban las
poblaciones donde vivía la gente más pobre, junto al río. También la tierra se
sacudía, temblorosa. Otras veces, en la cordillera asomaba un penacho de luz terrible:
el volcán Llaima despertaba.
Temuco es una ciudad pionera, de esas ciudades sin pasado, pero con
ferreterías. Como los indios no saben leer, las ferreterías ostentan sus
notables emblemas en las calles: un inmenso serrucho, una olla gigantesca, un
candado ciclópeo, una cuchara antártica. Más allá, las zapaterías, una bota
colosal.
Si Temuco era la avanzada de la vida chilena en los territorios del sur
de Chile, esto significaba una larga historia de sangre.
Mis padres
llegaron de Parral, donde yo nací. Allí, en el centro de Chile, crecen las viñas
y abunda el vino. Sin que yo lo recuerde, sin saber que la miré con mis ojos,
murió mi madre doña Rosa Basoalto. Yo nací el 12 de julio de 1904, y un mes
después, en agosto, agotada por la tuberculosis, mi madre ya no existía.
La vida era dura para los pequeños agricultores del centro del país. Mi
abuelo, don José Ángel Reyes, tenía poca tierra y muchos hijos. Los nombres de
mis tíos me parecieron nombres de príncipes de reinos lejanos. Se llamaban Amós,
Oseas, Joel, Abadías. Mi padre se llamaba simplemente José del Carmen. Salió
muy joven de las tierras paternas y trabajó de obrero en los diques del puerto
de Talcahuano, terminando como ferroviario en Temuco…http://www.librosmaravillosos.com/confiesoquehevivido/pdf/Confieso%20que%20he%20vivido%20-%20Pablo%20Neruda.pdf
AUTOBIOGRAFÍA
José Saramago
Nací en una familia de campesinos sin tierras, en Azinhaga, una pequeña
población situada en la provincia de Ribatejo, en el margen derecho del río
Almonda, a unos cien kilómetros al nordeste de Lisboa. Mis padres se llamaban
José de Sousa y Maria da Piedade. José de Sousa habría sido mi nombre si el
funcionario del Registro Civil, por iniciativa propia, no lo hubiese añadido el
apodo por el que mi padre era conocido en la aldea: Saramago. (Cabe esclarecer
que Saramago es una planta herbácea espontánea, cuyas hojas, en aquellos
tiempos, en épocas de carencia servían como alimento en la cocina de los
pobres). Fue a los siete años, cuando tuve que presentar en la escuela primaria
un documento de identificación, que se vino a saber que mi nombre completo era
José de Sousa Saramago… Pero no fue éste el único problema de identidad que me
fue concecido al nacer. Aunque había venido al mundo el día 16 de Noviembre de
1922, mis documentos oficiales dicen que nacía dos días después, el 18: fue
gracias a este pequeño fraude que la familia pudo escapar del pago de una multa
por no declarar el nacimiento en el plazo legal...
Fui buen alumno en la escuela primaria: en la segunda clase ya escribía
sin errores de ortografía, y la tercera y cuarta clases fueron dadas en un sólo
año. Me trasladé después al instituto, donde permanecí dos años, con excelentes
notas en primero, bastante menos buenas en segundo, mas estimado por colegas y
profesores, al punto de ser elegido (tenía entonces 12 años…) tesorero de la
asociación académica… Entretanto, mis padres habían llegado a la conclusión de
que, por falta de medios, no podían seguir manteniéndome en el instituto. La
única alternativa que se presentaba sería entrar en una escuela de enseñanza
profesional, y así fue: durante cinco años aprendí el oficio de cerrajero
mecánico. Lo más sorprendente era que el plan de estudios de la escuela, en
aquel tiempo, aunque orientado obviamente para formar profesionales técnicos,
incluía, además de Francés, una disciplina de Literatura. Como no tenía libros
en casa (libros míos, comprados por mí, aunque con dinero prestado de un amigo,
sí los pude tener a los 19 años), fueron los libros escolares de Portugués, por
su carácter “antológico”, que me abrieron muchas puertas para fruición
literaria: aún hoy puedo recitar poemas aprendidos en aquella época distante.
Terminado el curso, trabajé durante cerca de dos años como cerrajero mecánico
en una oficina de reparación de automóviles. También a esas alturas había
comenzado a frecuentar, en los periodos nocturnos de funcionamiento, una
biblioteca pública en Lisboa. Y fue así, sin ayudas ni consejos, apenas guiado
por la curiosidad y por la voluntad de aprender, que el gusto por la lectura se
desenvolvió y pulió… https://acasajosesaramago.com/autobiografia/
Diversos tonos para narrar
Ejemplo 1:
Mi
nombre completo es Fernando Fernández-Savater Martín. A mi padre (Fernando
Fernández Savater) todo el mundo le conocía por Savater y por eso unificó sus
dos apellidos…soy fruto del más denodado mestizaje hispánico: padre granadino,
madre madrileña, abuela materna nacida en Buenos Aires, tatarabuelos catalanes
y nací en el País Vasco. Si fuese un perro sería uno de esos «mil leches»
callejeros que tienen aire tan despierto…
Ejemplo 2:
Mi papá, en cuanto supo mi decisión de
ser escritor, me mandó desheredar de inmediato
y aún no deja de pelearse con la vida. Mi mamá, por su parte, se apuró a
puntualizar que no tenía la culpa, y que estaba dispuesta a probar que en su
familia había habido siempre pura gente decente. Su enfado fue tan definitivo
que, hasta la fecha, todas las cartas que me envían vienen en blanco, para
manifestarme el repudio por las letras.
Así, con el tiempo, uno se convierte en…
Ejemplo 3:
…mi papá a sus cincuenta y tantos, sigue
siendo Pepito pues su papá siempre fue Don Pepe, cosa rara, cuando a mi papá se
le ocurre tener hijos y llamarlos José, ahora la gente que conoció a mi abuelo
hace la escalera de Don Pepe, Pepito, Pepín y Pepe chico.
Afortunadamente
mi papá no me coronó con su nombre…